viernes, 3 de junio de 2011

Psicosis Maníaco depresiva

La manía es una exaltación del estado de ánimo permanente, por lo cual se considera una enfermedad.

La manía es lo contrario de la depresión, un estado de ánimo triste, de allí su nombre “psicosis maníaco depresiva”.

La manía es mucho menos frecuente que la depresión y se conoce menos, porque parece que el ser humano se reconoce mejor en sus tristezas que en sus alegrías.

El enfermo maníaco manifiesta una alegría permanente, superlativa, que lo trasluce en su aspecto exterior: sonriente, hiperactivo, muy afectuoso, habla en exceso y usa un vestuario llamativo; quiere que seamos su amigo, pero sin tomar en cuenta si nosotros lo deseamos, si no se cumple su expectativa se torna agresivo. Es muy seductor, porque desde su mundo “nos está dejando ser y nos lo está dando”, no permite que las cosas sean, sino que las está creando a su albedrío.

Si nos resistimos inmediatamente no percatamos que para el maníaco no somos una persona, sino una cosa.
La opinión de sí mismo es que se encuentra muy satisfecho de sí mismo, es capaz de todo lo inimaginable, de emprender los negocios más descabellados. Es capaz de conquistar a todas las mujeres. Su poder es ilimitado. Todo lo puede. Se cree un dios omnipotente. Es el loco más completo de todos. Está convencido de que todo lo que sucede a su alrededor es porque él así lo quiere.

Presenta una hiperactividad, no reposa, no se cansa, es incontrolable.
Su pensamiento y discurso son también incontenibles, no ha concluido con un tema cuando ya está en otro. Parece que se le fugan las ideas, que es su síntoma más importante.

En el fondo, el maníaco crea una especie de fiesta para huir de su realidad, del mundo y de su infortunio.

Con su alegría trata de defenderse del conflicto que le crea el mundo real, el objetivo.

Cuando al maníaco el mundo real lo obliga a darse cuenta de la realidad, cae en la depresión. El llanto fue substituido por la alegría.

 

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