jueves, 30 de junio de 2011

AUTOESTIMA


La autoestima consiste en la suma de la confianza en sí mismo, más el respeto a sí mismo.

La necesidad de autoestima consiste en saber que las elecciones y decisiones que llevamos acabo se ajusten a la realidad, a nuestra vida y a nuestro bienestar.

Se trata de saber si somos o no competentes para vivir dentro de una realidad funcional, de saber se lo que elegimos y decidimos es lo correcto, que usamos de manera correcta nuestra conciencia y que estamos en lo cierto y que nos ajustamos a la realidad.

La confianza en sí mismo consiste en la seguridad que tenemos en nosotros mismos, a sabiendas de que nos podemos equivocar, es la seguridad que tenemos de que podemos pensar, juzgar, analizar, percibir y respetar la realidad, así como de reconocer y corregir nuestros errores.

Dudar significa distorsionar y paralizarse para enfrentar los desafíos de la vida, entregándose de este modo a sentimientos de ansiedad e inestabilidad y condenándose, por lo tanto, a vivir sentimientos de ineptitud hacia la vida.

El respeto a sí mismo consiste en que a medida que maduramos, a medida que vamos tomando conciencia de nuestra capacidad para elegir las acciones que realizamos y adquirimos el sentido de ser personas, experimentamos la necesidad de sentir y  percibirnos adecuados en nuestra forma de actuar, es decir, que somos aptos.  Todo este conocimiento, desde nuestra niñez lo aprendemos de los adultos, pero la necesidad de se aptos, es inherente a nuestra naturaleza humana.

Ser adecuado como persona significa tener la capacidad para alcanzar la felicidad, lo contrario, es decir, la incapacidad, es vivir amenazado por el dolor y el sufrimiento.

Ser valioso como persona, quiere decir ser digno de alegría, la falta de seguridad como persona significa ser indigno de vivir con gusto, con alegría y en armonía.

Como seres humanos nos preguntamos: ¿Qué quiero ser en el futuro?  ¿Qué principios han de guiar mi vida? ¿Qué valores debo de perseguir?

Estas preguntas surgen por la preocupación de saber qué es lo correcto o lo incorrecto, como consecuencia del condicionamiento social para ser aceptado y porque en las primeras etapas del desarrollo humano surge la inquietud del cuestionamiento moral, la que progresa al mismo ritmo de nuestra maduración.

Recordemos que no podemos librarnos de la permanencia y vigencia de valores y juicios éticos, porque cada uno de nosotros se juzga de acuerdo a alguna norma y en la medida en que nos alejamos de ella, se va erosionando el respeto que sentimos hacia nosotros mismos.

Solamente el ser humano es capaz de ignorar su propio conocimiento o de traicionar sus valores.  El concepto de hipocresía no puede aplicarse a los animales como tampoco la virtud de la integridad, lo anterior es indispensable para comprender la necesidad que tenemos de experimentar el valor personal.

Los padres y el  medio familiar desempeñan un papel significativo en el desarrollo de nuestros valores, de autoconcepto y autoestima lo que genera sus consecuencias para nuestra salud mental.

Todo ser humano necesita del respeto a sí mismo, necesita experimentarse como persona de valor, por lo tanto, al tratar de alcanzar nuestras metas debemos valorarnos como beneficiarios de nuestras acciones.

Para luchar por nuestra felicidad debemos considerarnos merecedores de felicidad, puesto que si consideramos que no somos merecedores de ser felices fracasaremos en nuestra autoafirmación y nos sentiremos inadecuados ante la vida.

Nos sentimos dignos de vivir cuando somos competentes para la vida.

Si evitamos la reflexión y la razón, si damos la espalda a la realidad, socavando nuestra capacidad para vivir, no rescataremos el sentido de respeto y estima por nosotros mismos.

Si traicionamos nuestra integridad y nuestras convicciones morales, si no respetamos nuestras propias normas, si nos negamos a comprender el mundo que nos rodea y a reconocer lo que sabemos, cometemos traición a nuestro juicio y no logramos salvar el sentido de la propia capacidad.

Todo lo anterior nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos, lo que somos, a dónde nos conducen nuestras acciones y a tratar de conocernos a sí  mismos, con  el fin de no permanecer en un oscurantismo emocional y comprender la necesidad de una orientación psicoterapéutica que nos ayude a vivir felices disfrutando de ese don único, transitorio e invaluable que es nuestra vida.

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